“¿Desde cuándo el sentimiento de culpa es superior al instinto de supervivencia?”
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Años 60. Ciudad imaginaria de Trakkersburg (“ciudad camión”, en afrikáans) trasunto de Pietermartzburg, cerca de Durban, en el este del país. El apartheid sigue su curso arrollador con inquietante normalidad... Zulús y bantús sobreviven hacinados en poblados periféricos, trabajando de sirvientes-esclavos en las casas y clubes de los blancos. Entre los blancos, ingleses y bóers, todavía imperan la desconfianza y el rencor...
Y entonces aparece el cadáver de un niño. Se trata de Boetie Swanepoel, doce o trece años, blanco, afrikáner, educado bajo la más estricta observancia de las leyes segregacionistas y los preceptos de la Iglesia Luterana Reformada Holandesa, militante apasionado del “Club de los Detectives”, uno de tantos grupos nacidos bajo la tutela del gobierno racista de aquellos años...
En un principio, todo parece indicar que se trata de un crimen sexual, pero la aparición de una oruga biseccionada reconducirá las investigaciones de la “extraña pareja” formada por el blanco teniente Trompie Kramer y el sargento detective bantú Mickey Zondi hacia otros lares.
Usamos las comillas para matizar el sentido de “extraña”. Apunta el mismo James McClure en una cita del ensayo que viene al final del libro, que a pesar de las leyes segregacionistas, las parejas de detectives mixtas, negro y blanco, eran muy frecuentes pues era la única manera de tener acceso a todos los testimonios implicados en un caso: el poli blanco hablaba con los blancos y el negro con los negros.
El leopardo de la medianoche, publicado originalmente en 1972 con el título The Caterpillar Cop, El policía oruga, no es un libro rabioso ni tampoco desesperado, o, al menos, no lo es de la misma manera en que lo son, por ejemplo, los de David Peace. Y está claro que lo podría haber sido. McClure tenía razones de sobra para escribir una novela dura y desgarrada sobre la injusticia del apartheid. Pero parece como si el escritor sudafricano hubiera decidido que la única vía de denuncia eficaz fuera recurrir al humor y la ironía...
La verdad es que, al principio, este planteamiento puede resultar un poco desconcertante para algunos lectores que tal vez, si no han leído antes a McClure, esperen encontrar otra cosa. Pero a medida que avanza la novela el recurso va ganando en eficacia y termina percibiéndose como crítica feroz de la irracionalidad del sistema.
También es importante destacar el ejercicio de contención del juicio que McClure plantea en esta novela. A la manera de un observador imparcial, que obviamente no es, el escritor se mantiene al margen de aquello que relata. En ningún momento intenta asomarse y dejar caer juicios propios. Simplemente hace que sus personajes reaccionen con espontaneidad. De nuevo, el recurso coge por sorpresa al lector. Las escenas se suceden imbuidas de un aire surrealista. Parece que nadie grite ni se indigne. El autor no aparece por ninguna parte... Pero al cabo de unas cuantas páginas nos reconocemos a nosotros mismos clamando justicia.
El leopardo de la medianoche es un libro ácido que nos habla de una sociedad muy compleja que al intentar conducir todos sus miedos y prejuicios, herencia de siglos, por el camino de la historia perdió el rumbo y se precipitó al vacío.
FICHA TÉCNICA
- Título: El leopardo de la media noche
- Autor: James McClurie
- País: Sudáfrica
- Año publicación idioma original: 1972
- Año publicación versión leída para la reseña: 2005
- Editorial: Funambulista
- Páginas: 366
- Época y lugar en el que transcurre la historia: Años 60 / Trakkersburg (Sudáfrica)
- Valoración personal (1-10): 7
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