“El juego del espionaje
es así, cada uno tiene sus versiones y las versiones no siempre encajan ni
explican la realidad. La realidad nunca se conoce, porque la versión de cada
uno cambia toda la historia.”
Con las novelas de
Antonio Manzanera (de momento lleva publicadas tres, “El informe Müller”, “La suave superficie de la culata” y “La tercera versión”) nos sucede siempre algo
parecido: las historias nos parecen interesantes, están excelentemente documentadas y prometen una lectura formativa y entretenida , pero
a la hora de la verdad, la sofisticada arquitectura interna y la preeminencia de
lo documental respecto a lo dramático, que a menudo se concreta en una especie
de frío objetivismo en el tratamiento de los personajes y en un desarrollo muy
particular del conflicto narrativo, conspiran para que las historias pierdan la capacidad de atracción que podrían llegar a tener.
Nos volvió a suceder con “La
tercera versión” y pensamos que es una lástima porque estamos convencidos de
que si el autor murciano evitara algunos de estos excesos podría llegar bien alto, incluso convertirse en un
futuro no muy lejano en el Tom Clancy español.
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“La tercera versión” cuenta
la historia o, mejor dicho, las historias o versiones, de uno de los casos de
espionaje más controvertidos ocurridos durante el periodo de la Guerra Fría. El
mismo año que Gorbachov es elegido Secretario General del PCUS (1985), un
coronel del KGB de nombre Vitaly Yurchenko se presenta en la embajada
norteamericana en Roma aduciendo que quiere desertar. Los servicios secretos norteamericanos, que no
hace mucho han perdido a uno de sus mejores espías, el ingeniero Adolf
Tolkachev, reciben la noticia con entusiasmo y convencidos de que el coronel ruso revelará
informaciones que serán de gran utilidad para los intereses de su país lo trasladan
a Washington. Pero una vez allí, Yurchenko empieza a comportarse de un modo extraño.
Transcurridos unos meses, y a pesar de que los norteamericanos aceptan la mayor
parte de sus peticiones, el espía ruso logra despistar a los agentes que lo
custodian y escapa de nuevo a la embajada soviética.
Manzanera estructura la novela en cuatro partes. La
novela arranca con un preludio que sitúa al lector en antecedentes acerca de la
figura de Adolf Tolkachev, ingeniero soviético que espió para los
norteamericanos entre 1979 y 1985, y que finalmente fue descubierto por los
rusos. A esta primera parte le siguen tres versiones de la historia del
supuesto desertor Vitaly Yurchenko. Cada una de estas cuatro partes (preludio y tres
versiones) tiene un narrador distinto. En dos casos los narradores se corresponden
con personas reales (Edward Lee Howard, agente de la CIA expulsado de la
agencia por conductas inapropiadas y Aldrich H. Ames, agente de la CIA destinado
a la división SE y condenado por espionaje), y en otros dos con personajes
ficcionales o autoficcionales (agente del FBI David J. Miller y el propio
Antonio Manzanera, que en uno de los giros más originales y atrevidos de la novela
pasa a formar parte de la trama como un personaje más).
Para darle mayor
veracidad a la historia el autor adopta en tres casos formas
narrativas que remiten o se inspiran en una serie de documentos que podría haber existido
en realidad: una entrevista, un interrogatorio y un informe desclasificado.
En el caso de la conversación entre el agente Miller y un cadete
recién salido de la academia que escucha atentamente la historia de Yurchenko con
el objetivo de extraer alguna enseñanza (primera versión) la coherencia formal
se pierde puesto que lo que se cuenta no queda registrado o documentado de
ninguna manera al contrario de lo que sucede en los otros casos.
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Más allá de conocer quién
delató a Tolkachev o saber qué ocurrió realmente con el caso Yurchenko, lo que
más nos ha interesado de la novela de Manzanera tiene que ver con el factor
humano, esto es, con las motivaciones que durante la Guerra Fría pudieron llevar
a agentes de un bando y de otro a pasarse a las filas del oponente. ¿Qué impulsó a esas personas a traicionar a
sus países? ¿Lo hicieron solo por dinero? A pesar de que suele ser la principal
razón que se esgrime para justificar los casos de traición y espionaje, la ambición
y el enriquecimiento personal no son las únicas explicaciones posibles. Tal y como
sugiere Manzanera en varios momentos de la novela, la humillación, el sentimiento
de derrota y decepción, el resentimiento, una deuda acuciante y la pasión
amorosa pudieron ser motivaciones de
fondo que llevaron a actuar a más de un espía. “La realidad (de los
hechos) nunca se conoce” reza la cita que encabeza esta reseña. Y al hilo de esta cita y de lo comentado más arriba, se nos ocurre que tal vez hubiera tenido más sentido que el autor de "La tercera versión" explorara la realidad
de las motivaciones y debilidades humanas, puesto que de ella podemos extraer enseñanzas
extrapolables a nuestras vidas actuales, antes que lanzar hipótesis sobre tramas
de espionaje que nunca quedaran resueltas.
Por otra parte, pensamos que la novela hubiera ganado si Manzanera hubiera apostando sin tapujos por una única versión, la suya, la autoficcional, la que da título a la novela, la que habla de un amor imposible y un espía sin escrúpulos llamado Joe y la hubiera exprimido hasta sus últimas consecuencias a nivel narrativo. Al apostar todo el peso de la novela a la sucesión de versiones, pensamos que el autor arriesga en exceso. La sensación de repetición se impone al posible interés renovado que debería conllevar cada nuevo narrador y el relato pierde fuerza dramática. Lo que en principio estaba planteado como una novela se convierte al final en una suerte de documental de ficción.
FICHA TÉCNICA
- Título: La tercera versión
- Autor: Antonio Manzanera
- País: España
- Año publicación idioma original: 2014
- Editorial: Umbriel
- Páginas: 316
- Época y lugar en el que transcurre la historia: Washington y otras localizaciones, años 80, Guerra Fría- Valoración personal (1-10): 7
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