20/10/14

Ser el instrumento de la venganza


“La mayoría de los seguidores de un culto no creen en lo que tratan de inculcarles. Lo único que quieren es que les digan qué deben hacer”
 
 
Hace una semana y por gentileza de la editorial Planeta, cayó en nuestras manos la novela Causas Naturales, la primera del escritor escocés James Oswald protagonizada por el inspector de policía Anthony “Tony” McLean.

Una de las primeras cosas que llama la atención de esta novela, a parte de la inquietante portada con dos puertas cerradas, casi simétricas, de lo que se intuye debe ser el interior de un viejo caserón, es la faja de color amarillo que rodea el libro. En esta faja se informa al potencial lector de que el autor de la novela es un “granjero escocés que se ha convertido en un fenómeno editorial”. También llama la atención la fotografía impresa en la faja y la que aparece en la contraportada. En ambas se reafirma la idea de que James Oswald es un escritor-granjero o un granjero-escritor. En el primer caso, el autor aparece pertrechado de un ordenador portátil de la casa Acer y sentado sobre un montículo de heno. En el segundo, sigue con el portátil pero descansa sobre una silla plegable en mitad de una pradera y en compañía de un par de ovejas neozelandesas.

Nosotros no tenemos ni idea de marketing pero intuimos que esta manera de presentar a un autor tiene que ver con el marketing. Tampoco tenemos ninguna idea preconcebida, al menos de manera consciente, acerca de la calidad literaria de la obra de un granjero-escritor o de un bombero-escritor o de un policía-escritor o incluso de un escritor a secas. Pensamos que las novelas deben leerse y ser juzgadas por críticos y lectores en general por lo que son independientemente de los factores externos que la obra pueda llevar aparejados por efectos del marketing, de las circunstancias vitales, políticas, mediáticas,… del autor o de cualquier otra cosa. Y eso es precisamente lo que hemos intentado hacer durante la lectura de Causas Naturales.
 



Causas Naturales es una novela policiaca mezcla de thriller sobrenatural y thriller con asesinato ritual que empezó aburriéndonos un poco y pareciéndonos excesiva e incluso gratuita en lo relativo a las escenas de violencia y terminó, contra todo pronóstico,  entreteniéndonos y gustándonos bastante.

La novela se pone en marcha a partir de dos asesinatos y un robo. El primer asesinato tiene lugar en el barrio acomodado de la ciudad. En una de sus exclusivas casas con jardín la policía halla el cuerpo sin vida de Barnaby Smythe, un ejecutivo retirado de un banco mercantil. Smythe es hallado en la biblioteca. Lo han rajado de arriba abajo y le han extraído el bazo para posteriormente introducírselo en la boca.

La víctima del robo es un tal Eric Douglas. El allanamiento se produce una semana después del fallecimiento de su madre. El ladrón se ha llevado las joyas que Douglas guardaba en la caja fuerte. Todo parece indicar que ha sido obra de un profesional: cuando regresó a casa el día del robo todas las puertas seguían cerradas y la alarma conectada.

El segundo asesinato tiene lugar en una antigua casa en obras ubicada en barrio de viviendas de protección oficial de la periferia de la ciudad. Durante los trabajos de limpieza, un operario encuentra tras un muro tapiado el cadáver de una muchacha muerta hace sesenta años. La escena es dantesca. La víctima, o lo que queda de ella, tiene el estómago abierto de arriba abajo, los brazos extendidos, las manos fijadas al suelo por medio de clavos. En el suelo hay una serie de extrañas marcas. Guardados en seis hornacinas ocultas en los muros de la estancia aparecen seis frascos que contienen diversos órganos de la joven.

No hay ningún motivo para pensar que los dos asesinatos y el robo puedan tener algún tipo de conexión,  pero el inspector de policía Anthony McLean, huérfano de padres desde los cuatro años y dotado de una especie de sexto sentido, no se conformará con las apariencias e intentará conectar los cabos sueltos.

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Pensamos que en la novela de James Oswald hay dos momentos de lectura muy desiguales al menos en cuanto entretenimiento.

El primero se correspondería con el planteamiento y el primer desarrollo de la trama, diríamos que al menos las primeras ciento cincuenta páginas. Aquí, el autor no consigue coger inercia con suficiente rapidez. La historia arranca con un exceso de dispersión y se hace lenta, incluso tediosa. Oswald se centra por un lado en presentar una serie de casos de asesinato, todos ellos muy violentos y, por otro, en plantear las circunstancias vitales y laborales  del protagonista marcadas fundamentalmente por la abuela enferma y los compañeros de la policía. En esta primera fase de la lectura hemos tenido la sensación de que tanto asesinato y tanta violencia no revertía necesariamente en el desarrollo de una atmósfera inquietante que, intuimos, era lo que pretendía el autor. De hecho sucede lo contrario. Se impone la sensación de gratuidad.

Por otra parte, los personajes (hay muchos y tal vez con menos la narración hubiera resultado más eficaz) no acaban de superar un tratamiento que nos parece bastante esquemático. En el caso de McLean esto es especialmente grave puesto que es el protagonista. Se hace referencia a su pasado traumático y a la relación que mantuvo con su abuela, que fue la persona que cuidó de él durante su niñez, también se deja entrever que el detective está dotado de una capacidad especial para percibir cosas que los demás ni siquiera intuyen…  pero poco más. La caracterización de McLean queda según nuestra opinión un poco coja.

Y ya que hablamos del personaje de McLean... no sabemos si es fruto de una traducción libre o tal vez ya está presente en el original en inglés pero no nos convencieron para nada algunas expresiones o giros incomprensiblemente edulcorados del tipo “Pues mira, guapo” o “Ay, Dios, lo que faltaba” que el autor escocés pone en boca del investigador con bastante frecuencia a lo largo de toda la novela. Cuesta imaginarse a un inspector de policía que pretende dar caza al autor de una serie de brutales asesinatos y que habla de esa manera. Entendemos que el registro de McLean así como el de los diálogos en general hubieran tenido que ser otro, al menos igual de duro, seco y violento que los casos que investiga el inspector.

Una vez superado el primer tercio, la novela gana en interés y agilidad. A medida que los distintos casos abiertos empiezan a conectarse de una manera más clara, la intriga empieza a sostenerse por sí misma, la sensación de gratuidad se desvanece y la lectura se hace más entretenida. También contribuye a la mejora los breves fragmentos relativos al flujo de pensamiento del asesino o asesinos  que el autor intercala entre capítulos. Estos fragmentos ya aparecían en la primera parte si bien ahora el lector dispone de datos suficientes para conectarlos con los asesinatos y empezar a atar cabos sueltos. De manera progresiva forma y fondo empiezan a coincidir. La novela se vuelve más oscura e inquietante (para nuestro gusto tendría que haberlo sido mucho más) y se equilibran los déficits del inicio. Al final, el autor cierra con un desenlace solvente que consigue hacer olvidar los tortuosos caminos de la primera parte.

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Como apuntamos al principio de la reseña Causas Naturales es un thriller que mezcla lo sobrenatural y lo ritual. En relación con el primer elemento cabe decir que está bastante contenido a lo largo de la novela. El autor opta por sugerirlo de manera más o menos sutil antes que explotarlo de manera clara y directa y solo se evidencia en el desenlace donde sirve para resolver o explicar el caso. Desde esta perspectiva la novela de Oswald podría emparentarse con las novelas protagonizadas por Charlie Parker del irlandés John Connolly, si bien este último nos parece bastante superior al escocés, o con films como Fallen dirigida por Gregory Hoblit y protagonizada por Denzel Washington en la década de los noventa cuya trama guarda bastantes puntos de contacto con Causas Naturales.

En relación con lo ritual podríamos decir que a pesar de la espectacularidad del asesinato inicial y del peso que tiene en el conjunto de la trama, a nuestro juicio nunca llega a tener la fuerza ni la capacidad de seducción que este elemento juega en otras obras de ficción más o menos afines como Ritual de David Pinner, la novela que dio lugar a la película de culto The Wicker Man, o la aclamada serie del HBO True Detective.

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FICHA TÉCNICA

- Título: Causas naturales
- Título: original: Natural Causes

- Autor: James Oswald
- País: UK
- Año publicación idioma original: 2012
- Año publicación versión leída para la reseña: 2014
- Editorial: Planeta
- Páginas: 453
- Época y lugar en el que transcurre la historia: Edimburgo, actualidad

- Valoración personal (1-10): 7

  
 

12/10/14

Una larga historia poblada de huérfanos


 “Y la lección de la historia, en mi opinión, es que hasta que te mueres no eres más que un impostor”

“Años que no recuerdas. Años como heridas misteriosas”



Galveston es la primera novela de Nic Pizzolatto, el creador, guionista y productor de la exitosa serie de la HBO True Detective. Confesamos que adquirimos esta novela de manera casi compulsiva llevados por el influjo de Rustin "Rust" Cohle y Martin Hart. En un primer momento, se nos ocurrió que tal vez podríamos hallar en el libro algo de esa mezcla de policial, thriller, pesimismo existencial, nihilismo y terror bierciano que tanto nos gustó en la serie. Pero después de leer la novela, y más allá de algunas similitudes de carácter superficial, pensamos que libro y serie  andan por caminos distintos.



En este sentido, nuestras expectativas no llegaron a cumplirse –tendremos que esperar a la segunda temporada de True Detective que, leemos por ahí, se estrenará en verano del 2015 y protagonizarán Colin Farrel y Vince Vaughn– si bien descubrimos a un narrador con mucho talento que, a nuestro juicio, está a la altura de los mejores americanos del momento. Pensamos en los Lehane, Price o Pelecanos… que, curiosamente, al igual que Pizzolatto, también atesoran una importante experiencia como showrunners.

En Galveston Pizzolatto se aleja radicalmente del oscurantismo de True Detetive y se adentra de lleno en el terreno de la novela negra clásica. En su opera prima, el autor de Nueva Orleans revisita un tema clásico del género, el de la huida, combinando un planteamiento canónico en el arranque con una mirada innovadora que se pone de manifiesto a partir de la segunda parte de la novela.
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Galveston cuenta la historia de Roy Cady, alias Big Country, un impulsivo matón de Nueva Orleans que trabaja para un mafioso de origen polaco llamado Stanislaw Ptitko. Un día, Stan decide que quiere quitarse de encima a Cady y le encarga un trabajo que en realidad es una trampa. El polaco ordena a Cady que le haga una visita a Frank Sienkiewicz, el representante de los trabajadores portuarios de la ciudad. Al parecer los federales están investigando el movimiento de contenedores bajo control del sindicato y hay riesgo de que Sienkiewicz se asuste y hable más de la cuenta. El objetivo de la visita es recordarle para quién juega. Nadie debe acabar malherido.

Cady no se fía de Stan, tampoco de Angelo, el tipo de origen italiano que le acompaña en la operación, pero acepta sin más. A estas alturas del partido Roy Cady no tiene nada que perder. Esa misma mañana, un médico le ha comunicado que padece un cáncer.
Las sospechas de Cady se cumplen y cuando llega a casa del abogado tres tipos con pasamontañas le están esperando, hay una chica atada a una silla y  Sienkiewicz no da señales de vida. Las posibilidades de que una bala se anticipe al cáncer son muy altas pero Cady logra escapar llevándose a  la chica consigo.

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¿Cuáles son los temas de fondo de Galveston? Ahí van algunas ideas…
Galveston es una novela sobre la orfandad, sobre personajes abandonados que viven entre el miedo,  la perdición y el deseo de construirse a sí mismos superando un origen conflictivo que les ha dejado a la deriva. 

Galveston es también una novela moral en la que el bien, la inocencia y los valores positivos, que acostumbran a estar representados por personajes femeninos, se enfrentan a la violencia, la degradación y en definitiva, al mal, que suele estar ejemplificado mediante personajes masculinos. A la luz de esas coordenadas,  Cady desempeñaría el papel de una especie de ángel caído que se debate entre seguir huyendo hasta el final de sus días o convertirse en un buen samaritano y, en cierto modo, arriesgar lo poco que le queda. 

Por último, se nos ocurre que esta es una novela sobre el valor de las historias heredadas y del pasado como material de serie que permite fijar un origen y una primera identidad. Es en ese sentido que, tal y como dice Cady en algún momento de la novela, las historias pueden salvar una vida: nos cuentan de dónde venimos y nos apartan del vacío y del anonimato que son otra forma de orfandad.

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Como apuntábamos más arriba Galveston arranca siguiendo los parámetros de una road story clásica (una serie de personajes emprenden un viaje sin un destino claro huyendo de un peligro que les acecha)  pero en un cierto punto, a partir de la segunda parte, Pizzolatto introduce una serie de pequeños cambios que nos parecen innovadores.

(1) En un cierto punto, el viaje se detiene o, mejor dicho, se estanca en un motel de carretera llamado Esmerald Shores situado en Galveston. De este modo, la huida se transforma en una especie de espera ambigua igualmente peligrosa que aleja la trama de lo previsible. 

(2) Por otro lado, en un golpe de genio, Pizzolatto estructura la novela a partir de dos narraciones que quedan inacabadas: la del viaje-huida, que transcurre en 1987, y la de 2002 que arranca más de veinte años después y se centra en un aspecto muy concreto sin dar demasiadas explicaciones de lo que ha sucedido en ese lapso de tiempo. Tal vez aquí habría otro punto de contacto con True Detective que en los primeros capítulos plantea una estructura parecida, si bien en la serie la diferencia temporal se resuelve mediante flasbacks y en la novela mediante historias independientes. El caso es que las dos narraciones se vinculan y se complementan de tal manera que  la historia se convierte en una especie de rompecabezas en el que los vacíos resultan cada vez más inquietantes  y el lector no tiene más remedio que “correr” hasta el final  para entender todo lo ocurrido.

(3) El de Galveston es uno de los finales más emotivos que hemos leído últimamente.  No les cuento nada para no aguarles la fiesta si deciden asomarse al libro Solo les diré que, al final, la historia retorna a su auténtico propietario y llega una tormenta y se lo lleva todo.

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Resumiendo, novela negra clásica  a la altura de los maestros del género con toques muy imaginativos que la alejan del canon establecido. Gran acierto de la nueva colección Black de Salamandra, que recientemente ha publicado La entrega, la nueva novela de Dennis Lehane.

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FICHA TÉCNICA

- Título: Galveston
- Título: original: Galveston

- Autor: Nic Pizzolatto
- País: EUA
- Año publicación idioma original: 2010
- Año publicación versión leída para la reseña: 2014
- Editorial: Salamandra Black
- Páginas: 282
- Época y lugar en el que transcurre la historia: Nueva Orleans, Galveston 1987 y 2002

- Valoración personal (1-10): 9